Festival de Invierno

La ventisca teñía de blanco las pieles, correajes, vainas y capas de las dos figuras en la parte de atrás de la taberna. Las hojas de sus armas estaban tan afiladas que la nieve no podía posarse en ellas.

-Hija de una hembra de chacal. Disponte a morir.- Dijo la mas grande de ellas, una Hacha de poderosos brazos cubiertos por tatuajes de serpientes marinas.

-Mas te vale estar a bien con tu dioses porque pronto te vas a reunir con ellos. - Contesto la que llevaba un enorme sombrero esgrimiendo dos dagas largas de plata.

Sus halitos formaban nubes alrededor de sus bocas y el fuego en sus ojos las hacia inmunes al frio reinante.

La puerta se abrió de atrás inundando el callejón del jolgorio que reinaba en el local. Los parroquianos brindando, los cantos del bardo, los borrachos coreando. Uno de estos últimos paso entre ellas para vomitar entre los vacios barriles. Las duelistas lo fueron alternando sus fieras miradas entre ellas y el recién llegado. Este estaba tan bebido que cuando se recupero fue incapaz de detectar la tensión que habia entre las dos.

-Saludos señoras.- Balbuceo con voz ebria. - ¡Feliz festival del invierno! ¡Ojala tuviese el encanto del bardo para cortejar a unas hermosas damas como vosotras! Ese juglar no pierde viaje: afortunado él que va a gozar de los encantos de la hija del mercader.

Al oír el comentario las dos luchadoras envainaron sus armas sellando una tregua con solo intercambiar una refleja mirada de comprensión y determinación. Aquel borracho había mencionado al hombre por el que habían estado a punto de batirse a muerte. Como si fueran una sola entraron como una tromba al local.

En menos de cien respiraciones ellas dos, acompañadas de la hija del mercader, cantaban canciones con los clientes de la taberna ante el fuego del hogar bebiendo y festejando con los demás. El bardo ya no estaba en el escenario, una de ellas lo había arrastrado a los bastidores, la otra le pego un golpe en la cabeza tan fuerte que quedo en la inconsciencia. Metido en uno de esos barriles del callejón tendría suerte si no acababa muerto por congelación.

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